incl. ref.

Al principio del siglo XX dos movimientos científicos causaron mucho dolor y sufrimiento. El determinismo conductista de J.B. Watson dejó poco lugar para los factores biológicos en el desarrollo humano. El movimiento eugenésico suponía el determinismo genético. Este creció como una fuerza social hasta que se transformó catastróficamente en higiene racial, que a su vez dio lugar a la esterilización involuntaria, a las leyes anti-mestizaje, a las leyes de inmigración restrictiva en los Estados Unidos y, más desastroso aún, a la exterminación de categorías completas de "razas", incluyendo judíos y gitanos. A pesar de reacciones intelectuales vigorosas cotnra ambos "ismos", ni el determinismo conductista ni el genético murieron completamente. Continúan repercutiendo en los debates modernos, por ejemplo en las controversias interminables acerca del cociente intelectual y de las razas, y en las implicancias para las políticas educativas. Sin embargo, a diferencia de lo que sucedía hace un siglo, el debate acerca de las políticas está moderado por el escepticismo erudito en la historia, las ciencias sociales y las humanidades. Las prescripciones políticas promulgadas por investigadores son recibidas con criticismo y debatidas acaloradamente. Las investigaciones acerca de las interacciones entre genes y medio ambiente están llenas de implicaciones para las políticas públicas. El rol de los investigadores no es el de retirarse de los debates públicos por miedo a cometer errores, sino el de participar en debates abiertos, con respeto hacia otras disciplinas y reconocimiento a una historia poblemática